La presidenta de la fundación Ayuda para Niños con Autismo (ANIA), Myriam Molina, tardó tres años en dar con el diagnóstico de su hijo. El niño no se podía comunicar y se agredía a sí mismo. Siguieron varios años de probar tratamientos médicos, recabar información y ajustarse a una realidad familiar muy dura. Hasta que encontró la escuela San Martín de Porres en Isidro Casanova, provincia de Buenos Aires, con un método educativo para tratar el autismo.
En mayo del 2010, en un hecho sin igual en la historia del país, ANIA inauguró un centro educativo para chicos con esta dificultad en colaboración con San Martín de Porres. Luego de seis meses de actividad los resultados conmueven a propios y a extraños pero las autoridades del colegio siguen apostando por más. Julia Smith es una especialista en educación especial y autismo de la Universidad de Loyola en Maryland, que colabora con San Martín de Porres en Buenos Aires desde hace mas de 10 años y dicta las capacitaciones a los maestros y profesionales que trabajan en estas instituciones. Hasta hoy, la experta dictará en la sede de Yerba Buena clases sobre planificación educativa anual e individual para chicos autistas. "Nosotros tenemos un enfoque educativo y no médico. Se trata de construir un ambiente escolar que responda a las necesidades de nuestros chicos, no que vengan a hacer manualidades", explica.
En San Martín de Porres Tucumán, los chicos aprenden a sumar y a restar, a leer, a comer, a cruzar la calle. "Yo trabajo con tres chicos de 6, 10 y 11 años. Para cada uno hago una planificación individual y mido su progreso de forma constante y personal. En la capacitación nos dan algunas herramientas para trabajar. Utilizamos imágenes y un cronómetro para enseñarles a esperar su turno en una fila o para ir al baño solos", cuenta Evelina Figueroa, una maestra de nivel inicial y EGB 1 y 2, que tuvo que escribir una carta explicando las razonas para querer trabajar en esta escuela.
"El ambiente es fundamental", dice Diego Tarkowski, director de la escuela. "Eso incluye el edificio, los muebles, las personas que trabajan aquí, todo". agrega. Su importancia se ve reflejada en las instalaciones con parque de juegos, pileta, aulas en perfectas condiciones. "No hay asociación de padres que haya logrado este sueño y tan rápido. Todos dicen que por su hijo hacen cualquier cosa, pero después hay que hacerlo", comenta.
El año pasado, Porres tuvo 26 alumnos y para este año esperan sumar 10 más. Los costos de asistir a este centro educativo terapéutico deben cubrirlos las obras sociales, de acuerdo con la ley nacional de discapacidad. Allí los chicos asisten a clases de lunes a viernes, en dos turnos de cuatro horas. La institución trabaja también con las familias, con quienes los chicos comparten el resto del tiempo. "He visto cosas increíbles en este tiempo, chicos que de arrastrarse para no entrar a la escuela, ahora llegan erguidos, otros que participan normalmente de un cumpleaños. Y otros que aprendieron a decir mamá y papá", se emociona Molina.